Batlle no aceptaba ningun determinismo para el hombre. Su inmensa fe en los progresos del ser humano marcó su autentico humanismo. Consideraba que, como ser racional, el hombre era libre y contaba con la voluntad suficiente para ser su propia historia de acuerdo con sus ideas. Sostenía que en una estructura liberal democrática el hombre era capaz de llevar a cabo cambios sociales sin tener que recurrir al uso de la violencia, la revolución o el determinismo económico de las teorías socialistas. Al ser partidario del racionalismo espiritualista, era contrario a todas las religiones reveladas, especialmente el catolicismo, que predominaba en nuestro país. El espíritu humanista lo llevó también a ser contrario a la pensa de muerte hasta lograr su supresión.
Si no se convertía a cada hombre en un ciudadano instruido capaz de reflexionar, no se podía esperar que interviniera activamente en la vida política. Esta idea, base de la democracia directa del pueblo, era sobre la que se basaba.